Consumo de drogas,

El consumo de drogas es un hecho antiguo. En todas las épocas los hombres han conocido y han consumido sustancias que hacen experimentar estados de lucidez y oscuridad mental, de excitación o de relajamiento en el ánimo, de euforia o pasividad y abulia a quien las ingiere. 

Se trata, como es sabido, de sustancias variadas que se engloban bajo la denominación común de drogas. No es un hecho nuevo el consumo de drogas, pero en nuestros días es novedosa la extensión del fenómeno, la calidad de los nuevos usuarios la gente joven, los adolescentes y los intentos de justificación de esta conducta. 

Por tratarse de un hecho humano, el consumo de drogas tiene junto a sus aspectos médicos, psicológicos, sociales, jurídicos, etc., una dimensión moral. Esta dimensión moral es la que estudiaremos a continuación. Antes de comenzar es oportuno hacer presente que el examen oral de un hecho significa penetrar en un orden de cosas distinto del orden en que se mueven las ciencias comúnmente llamadas positivas o experimentales: la química, la medicina, la psicología, la sociología, etc. 

A estas ciencias les interesan las causas y los efectos inmediatos de las cosas o de los hechos; el moralista, en cambio, se sitúa más abajo, podríamos decir, en el dominio del ser; y específicamente, del ser del hombre. Porque la ciencia moral busca la norma, el deber-ser, no arbitrario o antojadizo, sino necesario, que está vinculado al ser mismo de las cosas y del hombre. Uno de los primeros y más graves problemas con el que se topa el moralista es el de determinar el criterio de moralidad. Arduo problema, larga y apasionadamente discutido. 

Sin entrar, como es lógico, en el tema y para efecto de nuestro estudio, precisemos que: En cualquier caso, el bien de un ser debe estar vinculado a la permanencia y desarrollo de su mismo ser, no a su destrucción o negación; El bien moral no hace excepción a este principio general; En consecuencia, la idea que uno tenga acerca de lo que el hombre es y deba llegar a ser va a determinar sus criterios morales; Somos concientes de la dificultad que entraña formular una concepción del hombre, precisamente por ser el hombre un ser libre, de algún modo creador de sí mismo entiéndase bien, que no se deja encasillar; Sin embargo también el hombre tiene necesidad de ser fiel a sí mismo, a su ser, a su naturaleza, a su origen y a su destino. Destino que él no inventa sino que recibe implícito en lo que es su ser y su capacidad de llegar a ser; Fieles a la concepción occidental-cristiana pensamos en el hombre como un ser corpóreo-espiritual, racional, libre y, en definitiva, personal, hecho a imagen y semejanza del Creador y con un destino trascendente.

Siendo las cosas así, la moral tomará sus criterios de bien y mal tanto de aquello que el hombre es como de aquello que esta llamado a ser, sin que haya entre ambas cosas, como es lógico, contradicción alguna. Aunque distinta de las ciencias experimentales, la moral no prescinde de las aportaciones que éstas realizan, sabiendo, eso sí, que sus resultados son sólo hipótesis de trabajo con validez sólo temporal. En el caso específico de las drogas, por ejemplo, le interesan los resultados de la bioquímica, la psicología, la psiquiatría, la sociología, etc., porque el efecto que éstas sustancias produzcan en el cuerpo y en la psiquis del hombre es uno de los elementos -es la base material- sobre los que se apoya el juicio moral. Se ha de tener en cuenta también que siendo la moral quien hace presente al hombre su fin y la conducta para alcanzarlo, lo propio del moralista no es señalar el mal el error o el pecado sino el bien. Se puede decir que, propiamente, la moral es la ciencia del bien y del camino para conseguirlo.




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