Responsabilidad por los resultados del proceso de aprendizaje.

 ¿Cómo es un alumno responsable? Es aquel que acepta la idea de que su propio esfuerzo es crucial para el progreso en el aprendizaje y actúa coherentemente con esa idea. Cuando hace la tarea o responde una pregunta en la clase, no lo hace para agradar al profesor u obtener una buena nota, sino que simplemente está haciendo un esfuerzo para aprender algo. Un alumno responsable no necesariamente tiene que ser bueno para trabajar en equipo, pero tiene que mostrar voluntad de cooperar con el profesor y con sus pares en un grupo de aprendizaje para beneficio de todos. Cooperar no significa seguir ciegamente instrucciones: puede preguntar el objetivo de la actividad o puede dar sugerencias sobre cómo mejorarla. Un alumno responsable no siempre hace sus tareas, pero cuando no las hace es consciente de que está perdiendo una oportunidad de expandir sus conocimientos. Esto se debe a que él monitorea su propio progreso y hace un esfuerzo para usar todas las oportunidades en su beneficio, incluyendo las actividades en clase y las tareas.

La autonomía es la libertad para manejar los propios asuntos, que implica también el derecho a tomar decisiones. La responsabilidad también se puede entender como estar a cargo de algo, pero esto implica que uno tiene que convivir con las consecuencias de sus propias acciones. La autonomía y la responsabilidad requieren un compromiso activo, y están íntimamente relacionadas. Para fomentar la autonomía en el aprendizaje, el docente debe desarrollar en el alumno el sentido de la responsabilidad y también estimularlo para que tenga un rol activo en la toma de decisiones sobre su aprendizaje.

El docente puede proveer todo el input necesario, pero el aprendizaje sólo sucederá si el alumno desea contribuir. La presencia pasiva no es suficiente y, para que el alumno se involucre en el proceso de aprendizaje, tiene que entender y aceptar que el éxito en el aprendizaje depende tanto del é l mismo como del docente, es decir, que comparten la responsabilidad por los resultados. En otras palabras, el éxito en el aprendizaje mucho depende de que el alumno tenga una actitud responsable. Pero el desarrollo de una actitud responsable en el alumno implica un cambio en la manera tradicional de enseñar. El docente necesita tomar el rol de facilitador o consejero en un número creciente de situaciones de aula. Este proceso es gradual: el punto de partida es la toma de conciencia, el paso siguiente es un cambio de actitud, un proceso lento que requiere mucha prá ctica y paciencia, porque implica romper con viejos patrones de conducta. Y el último paso es la transferencia de roles para que los alumnos puedan asumir la responsabilidad de su aprendizaje al tener control sobre el proceso y porque la independencia refuerza actividades responsables y autónomas. Esto sucede solamente si los alumnos desean aceptar el desafío de la independencia y si el docente puede confiar en la responsabilidad y la autonomía de los alumnos.

Para formar alumnos responsables y autónomos necesitamos tener alumnos con pensamiento crítico, y el pensamiento crítico lo es porque juzga, porque decide el valor de las ideas y de las proposiciones. La inteligencia nos permite descubrir la naturaleza de las cosas, pero el pensamiento crítico es el que nos compele a tomar partido por una explicación u otra. Optar es harto difícil, cualquier humano lo sabe. Tanto es así que desde siempre hemos intentado eludir la responsabilidad transfirié ndola a diversos agentes externos, como el destino, la fortuna o los gobernantes. Tenemos que trabajar mucho para que nuestros alumnos logren analizar, sintetizar y evaluar para llegar a decidir correctamente.

Ya en 1755 Rousseau decía, "alimenta su curiosidad, nunca te apures a satisfacerla. Pon preguntas a su alcance y déjalo resolverlas por sí mismo. Que no sepa nada porque se lo has dicho, sino porque lo ha aprendido él mismo. No le enseñes ciencia, deja que la invente. Si alguna vez sustituyes en su mente la razón por la autoridad, dejará de razonar y se volverá un títere de la opinión ajena..."
Claramente el pensamiento crítico es el opuesto al pensamiento irreflexivo. El pensamiento crítico es una habilidad que incluye ciertos standards intelectuales como claridad, relevancia, adecuación y coherencia, entre otros. Requiere la interpretación y evaluación de observaciones, comunicaciones y otras fuentes de información. 

También requiere habilidad para pensar sobre verdades que se asumen, para formular preguntas pertinentes, es decir, para razonar y discutir exhaustivamente los temas. Más aún, el pensador crítico cree que hay muchas situaciones en las que la mejor manera de decidir qué creer o qué hacer es emplear este modelo de pensamiento razonado y reflexivo, y tiende a usar este método todas las veces que es apropiado. Esto no implica que hay una sola manera de pensar, pero sí que hay mejores. Nuestro pensamiento puede ser, por lo menos, parcialmente perfeccionado con la práctica adecuada.


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